jueves, mayo 19, 2011

Ana Pastor y Agustín Yanel participan en la jornada "La entrevista. ¿Un género en crisis?"


Con el paso del tiempo la entrevista ha perdido atractivo para los lectores. Los entrevistados se han ido “profesionalizando” y sus respuestas se mueven entre lo mediocre y lo previsible. Se responde con arreglo a intereses muy concretos, desde lo políticamente correcto, con un escaso margen para la sorpresa o las grandes revelaciones.

¿Dónde quedaron las grandes entrevistas? ¿Quedan acaso grandes entrevistadores? Alguna excepción hay, pero en la mayoría de los casos se puede corroborar que la entrevista está en declive, que un género que fue rey en el mundo del periodismo se ha desnaturalizado hasta tal punto que es irreconocible.

Si no hay sinceridad, si la verdad no aflora en la conversación, si el periodista no sabe preguntar -o lo que es más importante, repreguntar-, si el entrevistado pone condiciones para que la entrevista se produzca, y si los informadores las aceptan, estamos ante otro producto o subproducto periodístico, pero nunca ante una auténtica entrevista.

Ana Pastor, directora de Los desayunos de TVE, y Agustín Yanel, corresponsal parlamentario del diario El Mundo hablarán de estas cuestiones en un coloquio con los estudiantes de la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense. La cita es el martes 24 de mayo en el Salón de Conferencias del edificio nuevo. Será interesante. Os espero por allí.

miércoles, mayo 04, 2011

Resaca futbolera

Tanta expectación para nada, para acabar con un hartazgo de fútbol. Miento, el fútbol ha sido el gran perjudicado y el gran olvidado de esta tanda de clásicos. El ruido mediático y las polémicas absurdas eclipsaron un duelo histórico del que se esperaba mucho más.

Al margen de decisiones arbitrales, de la longitud y humedad del césped, de las denuncias ante la UEFA y de la trascendencia de los cuatro choques, Mourinho y Guardiola monopolizaron un enfrentamiento que sólo debería haber tenido un escenario: el campo de fútbol.

El primero descargó una batería de insultos, descalificaciones, acusaciones y excusas impropia de quien tiene las riendas de un equipo que durante mucho tiempo fue santo y seña del buen fútbol. Sus tácticas ultradefensivas, su renuncia al balón y su apuesta por los contragolpes aislados, los rechaces y las segundas jugadas demostraron que su discurso futbolístico es muy pobre, con independencia de los títulos que haya logrado en su laureado currículo.

Pero Guardiola, ese caballero con aire elegante y contenido, tampoco pudo ser fiel a sí mismo y no escatimó el victimismo y las expresiones gruesas, disparando contra su oponente en el banquillo y contra lo que él definió como la “central lechera” de Florentino. Impropio también en un tipo con tanto estilo.

Durante los últimos años el Barcelona ha dejado claro que es el mejor equipo del mundo, un conjunto con una filosofía de juego bien definida y una clara vocación ofensiva. Está tres o cuatro escalones por encima del Real Madrid, pero en estos cuatro partidos se ha mostrado más terrenal, más vulgar. Su superioridad no se ha visto reflejada ni en el marcador ni en el juego desplegado. Y ha recurrido también a la teatralidad y a la exageración.

El Real Madrid también ha sido muy cicatero, probablemente por culpa de su entrenador, un tipo bronco, áspero y con malos modales que pareció olvidar que el Santiago Bernabéu fue en tiempos un templo del fútbol mundial. Pepe y Lass (con el sempiterno Iker y un intermitente Di María) fueron los mejores. Con eso se dice todo.

El Barcelona merece estar en la final de Wembley. Y ojalá la gane, sobre todo por el bien del fútbol. Pero la afición no se merecía el pobre espectáculo ofrecido por dos de los mejores equipos del mundo. O al menos eso se dice de ellos.